id S. Juan Pablo II: ideas rápidas sobre la muerte de S. Juan Pablo II. ¿Cómo fueron sus últimos días?, la plaza de san Pedro, los rosarios, la cola.
S. Jean Paul II(fr)
MUERTE DE S. JUANPABLO II
  • A. Días anteriores.
  • B. Días posteriores a su muerte.

A. Días anteriores

En el hospital (marzo de 2005)
Antes de la semana Santa, S. Juan Pablo II estuvo convaleciente en el policlínico Gemelli de Roma. En esos días, una multitud se reunía allí esperando noticias, rezando y apoyando al Santo padre. Cuando los médicos lo permitían, el Papa desde la ventana saludaba y bendecía a todos.

Domingo de resurrección (27.III)
En la semana Santa, S. Juan Pablo II regresó al Vaticano. Allí, el domingo de Pascua quiso dar la bendición urbi et orbi, desde la ventana donde reza el ángelus los domingos. Su voz debilísima apenas se oía. Tuvo que retirarse tras un gesto de dolor intenso, que encogió el ánimo de todos. El Papa sufría, y su dolor ofrecido a Dios llegaba al cielo y era una bendición para la Iglesia.

Grave (viernes 1.IV)
Desde el miércoles 30, el estado de S. Juan Pablo II era grave. El viernes 1 de abril la situación empeoró. En todos los países veíamos con inquietud que el fin se aproximaba. La reacción en Italia fue extraordinaria: la programación de su tv se dedicó continuamente al Papa. El presidente de la Cámara de los diputados anuló la sesión, y anunció un rosario al que acudieron muchos políticos para rezar por el Papa. Se aplazaron las competiciones deportivas.

En Roma, la gente acudía a la plaza de San Pedro para rezar. A las ocho de la tarde unas 50.000 personas rezaban en silencio mirando hacia las habitaciones del Papa. Sólo se oía el ruido de las fuentes. Muchos llevan velas encendidas y fotos de S. Juan Pablo II.

Rosarios (viernes 1.IV)
Hacia las nueve de la noche, el vicario del Papa para la ciudad de Roma inició un rosario, introduciéndolo con estas palabras: "cuando el padre está enfermo, los hijos se reúnen en torno a su lecho para acompañarle". Acabado el Rosario, nadie se movió. Silencio. Algún canto. Hacia las 10, por los altavoces animaron a seguir rezando privadamente, y se anunció otro rosario a las 12. La mayoría de los presentes en la plaza eran jóvenes.

Mientras tanto, el Papa estaba consciente y sabía lo que sucedía en la plaza. Con gran dificultad, se refirió a los jóvenes: "os he buscado; ahora vosotros venís a acompañarme, y por eso os doy las gracias".

Muerte de S. Juan Pablo II (sábado 2.IV)
Las noticias señalan que el Papa empeora. El cardenal Deskur declaró que S. Juan Pablo II "se apagaba serenamente". El portavoz del Vaticano informa cada cierto tiempo. En una de sus intervenciones, apenas puede concluir por la emoción. Esto impresiona a todos.

En la plaza de San Pedro mucha gente y muchos rosarios. Al anochecer hay unas 100.000 personas. Por los altavoces se anuncia que a las 12 habrá otro rosario. De pronto, se apagan y encienden algunas luces. Inquietud. Algo pasa. Por el micrófono, se piden más oraciones, y se rezan avemarías una tras otra sin parar, sin decir misterios. El gloria, y aparece un monseñor que dice: "A las 21 y 37, el Papa ha regresado a la casa del Padre".

Un silencio cayó sobre la plaza de San Pedro, que se pone de rodillas. Una salve cantada. Silencio. Oraciones y silencios. Lágrimas. Se inicia otro rosario. La plaza se llena más y más de gente. La noticia se extiende enseguida por el mundo, y en todas partes surge un sentimiento doloroso por la pérdida de un ser querido.

¿Cómo fueron las los últimos instantes del Papa? Poco antes de morir, alzó la mano derecha y esbozó un gesto de bendición mirando hacia la ventana de la plaza. Instantes después dijo "amén" y expiró.

B. Días posteriores a su muerte

El día siguiente (domingo 3.IV)
Por la mañana, se celebró la santa misa en la plaza de san Pedro. Mucha piedad. Al final, se leyó el discurso del regina coeli preparado anteriormente. En las pantallas gigantes salían a menudo fotos de S. Juan Pablo II y la plaza respondía con aplausos.

Ese mismo domingo, Roma pareció llena de carteles de despedida y agradecimiento a S. Juan Pablo II. Sobre la foto del Papa se leía: "gracias". Al pie de la foto estaba escrito: "Roma llora y saluda a su Papa".

Por la tarde del domingo, en la plaza en la ambiente se había serenado. La multitud crecía. Muchos rezaban el rosario. De vez en cuando lo rezaban por los altavoces.

De la sala clementina a la basílica de san Pedro (3-4.IV)
Después de su muerte, el cuerpo del Papa fue llevado a una habitación llamada sala clementina. Allí podían acudir las autoridades, los sacerdotes y las familias de quienes trabajan en el Vaticano. A pesar de este acceso restringido, hubo colas de varias horas para entrar allí.

S. Juan Pablo II estaba revestido con casulla roja, y llevaba en sus manos un rosario grande. Tenía la cara algo más delgada de lo habitual, quizá por los últimos sufrimientos. Reflejaba paz y serenidad, como durante su vida.

El lunes a las cinco de la tarde, fue llevado a hombros a la basílica de san Pedro. En ese traslado, hubo de pasarse un trecho por la plaza, y un aplauso continuo lo acompañó. Se le dispuso en la basílica, delante del baldaquino, se abrieron las puertas, y la cola comenzó a avanzar. Eran las nueve de la noche.

La cola
Había muchísima gente. Al principio, sólo romanos, luego italianos, y pronto una oleada de Polonia, España, Irlanda, Europa, incluso de otros continentes. Los que se incorporaron a la cola el martes de madrugada tardaron un par de horas en llegar hasta el Papa. El miércoles por la mañana la cola había crecido, y se necesitaban cuatro horas. La cola avanzaba pero los que llegaban superaban con mucho a los que se iban. La espera llegó a ser de ocho, doce, quince horas. Todo para estar diez segundos ante el Papa, y despedirle, y agradecerle, y rezar. Rosarios, muchos rosarios.

Rezar, cantar y rezar era lo habitual durante la espera, además de comentarios sobre el Papa. Muchos al pasar junto al obelisco de la plaza dejaban flores, poesías, velas, fotos... En el interior de la basílica, aumentaba la piedad y el recogimiento. Se oía música sacra y letanías. Al llegar frente al Papa, la cola se dividía en dos, de modo que unos veían al Papa por la izquierda, y otros por la derecha, mientras seguían avanzando hasta salir por los laterales. Muchos se quedaban dentro -ya sin verlo- como saboreando esos momentos. Luego salen. La espera ha valido la pena.

Se calcula que hicieron cola más de dos millones de personas. El último fue un niño de dos años llamado Nicolò.

El funeral (viernes 8.IV)
Durante esos días hubo miles de confesiones. El jueves 7.IV hubo una vigilia de oración; después procesión con la cruz de las jornadas mundiales de la juventud. Al día siguiente será el funeral en la plaza de san Pedro.

Las autoridades de Roma se esforzaron por ayudar a todos, y evitar el mayor atasco de la historia de la humanidad. Instalaron más de 20 pantallas gigantes en distintas zonas abiertas. Se invitó a los romanos a acoger en sus casas a los peregrinos. Se prohibió la circulación de vehículos privados. Se cerraron oficinas, colegios y comercios. En el resto de Italia la jornada era normal.

Poco antes del funeral, dentro de la basílica, tuvo lugar el rito del cierre del féretro. Luego, S. Juan Pablo II fue trasladado en procesión hasta la plaza y colocado sobre una alfombra, ante el altar. Durante el funeral, Roma estaba desierta. Todos veían la ceremonia en la televisión de sus casas o en las pantallas de las plazas. En estas plazas se seguía la ceremonia como si estuvieran en San Pedro.

La brisa movía las hojas de un libro de los evangelios abierto sobre el ataúd. Al final de la misa, el viento cerró el libro. Los portadores tomaron el féretro y lo llevaron al interior de la basílica en medio de una interminable ovación. Justo antes de entrar se giraron presentando a S. Juan Pablo II. Más aplausos, emoción y lágrimas. Luego, un millón de personas en silencio. Y un vacío. Y oración.

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